“Eleya” es una obra punzante, incómoda y necesaria. Un diálogo visceral entre dos personajes que se encuentran en los márgenes: Jesús, un joven que carga con la culpa de una identidad que no comprende, y una prostituta que finge ser ciega, hábil en los juegos del poder, la seducción y la supervivencia. Lo que comienza como un simple encuentro comercial se transforma en un viaje emocional, filosófico y psicológico que desnuda los prejuicios más profundos de nuestra sociedad.
La obra transita entre lo íntimo y lo social, abordando con crudeza la represión sexual, la violencia simbólica y la fragilidad emocional de quienes son etiquetados por “ser distintos”. A través de diálogos agudos, situaciones provocadoras y una carga simbólica contundente, “Eleya” se convierte en un espejo oscuro que nos obliga a cuestionar la normalidad, el deseo y la maternidad, el género, la religión y el amor.
No es una obra para espectadores pasivos. Cada escena golpea, cada palabra resuena. Con elementos de tragicomedia, farsa y monólogo existencial, esta pieza se presenta como un verdadero ritual de exorcismo emocional. “Eleya” es teatro del dolor, pero también del despertar. Una obra que no solo se mira: se siente, se digiere, y se queda clavada en la memoria.
