Una cárcel de arrugas es una obra conmovedora y delirante que nos recuerda que nunca es tarde para amar, desear, equivocarse… o reírse hasta las lágrimas.
En un comedor cualquiera, Norma y Ernesto—una pareja de ancianos que lleva cuatro décadas juntos—conversan sobre lo que fue y lo que aún podría ser. Ella quiere reír, bailar, amar. Él quiere leer el diario en paz. Pero cuando aparece un misionero mormón (o eso cree él), todo se trastoca: secretos salen a la luz, el tabaco resulta no ser tan tabaco, y la represión sexual de los personajes se libera entre risas, verdades incómodas y un desbordante deseo de vivir.
Lo que comienza como una discusión marital cotidiana, se transforma en una explosión hilarante de ternura, confesiones y enredos absurdos, que terminan por enfrentar a los protagonistas con sus propios prejuicios, sus miedos a envejecer, y la más profunda necesidad de afecto.
Una comedia delirante y mordaz que hace reír, conmueve y estremece. Ideal para públicos que disfrutan de los diálogos filosos, la ironía social, el humor generacional y las historias que mezclan la carcajada con la melancolía.