Por Pablo Macalupú-Cumpén (@pabstermeister)
La distancia y la pandemia no impide al ser humano interactuar con otro. Esto gracias a la tecnología, evidentemente. Mucho se culpa a lo virtual de producir conversaciones distantes o frías. Pero no necesariamente la razón está en el medio, sino en lo que se dice, en las palabras que se intercambian. Porque las charlas inspiradoras vienen siempre acompañadas de sabiduría, de experiencia, de humanidad, de aprendizaje. Hablar con Marina Mahler es precisamente eso: comprender que hay una gran responsabilidad con el mundo desde el arte, desde el hacer bien.
Henry-Louis de La Grange, uno de los biógrafos más importantes de Gustav Mahler (1860-1911), decía que el compositor era “un hombre de encuentros íntimos y amistosos, de conversaciones sin fin, de intercambios intensos”. Alma Mahler (1879-1964), por su parte, era una mujer fuerte y apasionada, que no debe ser reducida solo como la inspiración del artista. De hecho, ella también fue compositora. La relación de ambos fue difícil pero, al final, estamos ante dos seres humanos complejos, llenos de esperanzas y temores, de dudas, de contradicciones y con una forma muy particular de ver el mundo.
Anna Justine Mahler (1904-1988), la segunda hija de la pareja, “fue una alegría desde que abrió sus grandes ojos azules”, confesó Alma en su diario. Por aquella mirada encantadora, siempre observadora, la llamaron de cariño Gucki. Fue una gran amante de la música, pero tuvo un destino artístico distinto al de su padre. Ella decidió dedicarse a la escultura y obtuvo el Gran Premio de París en 1937. A Anna debemos agradecerle el enorme trabajo de producir en bronce bustos de grandes compositores y músicos de la primera mitad del siglo XX, tanto de su padre, como de Arnold Schönberg, Alban Berg, Artur Schnabel, Otto Klemperer, Bruno Walter, entre muchos otros.
Del matrimonio entre Anna y el director de orquesta Anatole Fistoulari nació Marina Fistoulari-Mahler, en agosto de 1943. Ella está entregada a las artes desde la gestión cultural. Es una amante de la música, de los sonidos de la naturaleza —especialmente, del sonido del mar— y sobre todo del silencio, que le permite volver a la música. Disfruta mucho la obra de su abuelo, Gustav Mahler, pero también el trabajo de Bach y la ópera. Eugene Onegin es uno de sus títulos favoritos y lo recuerda con mucho cariño desde los ensayos que hacía su padre en los teatros.
Marina Mahler es la heredera de dos generaciones de artistas y, desde la Mahler Foundation, organización que fundó y dirige, se muestra convencida de que el arte —y la belleza que este transmite— es lo que puede fortalecer cualquier sociedad y puede hacernos ver en nuestro interior y darnos el impulso necesario para seguir adelante.
El maestro Gustav Mahler sigue presente en el siglo XXI, más allá de las programaciones de salas de concierto, a través del proyecto The Song of the Earth (La canción de la Tierra), nombre inspirado en su ciclo de canciones de 1909. La misión de esta iniciativa de la Mahler Foundation es generar acciones, desde el arte, en beneficio del medio ambiente, de la protección de nuestro planeta. Organizaciones, artistas y creadores de todo el mundo están invitados a sumarse.
Hay una fuerte conexión entre Marina Mahler y América Latina a través de México, que tiene una sólida Sociedad Mahler, dirigida por Francisco Bricio. También con Chile, a través de la maestra Alejandra Urrutia, directora titular de la Orquesta de Cámara del Teatro Municipal de Santiago y director artística del Festival Portillo que, recientemente, la presentó como una de las más grandes invitadas en un full-day dedicado a Mahler. Y con Venezuela, a través del desaparecido maestro José Antonio Abreu, fundador de El Sistema. Ella tampoco es ajena a la realidad de ese país: lamenta la situación actual que enfrentan, más allá de la pandemia.
Esta es la primera vez que Mahler tiene contacto con un medio peruano y, confesó, antes de nuestra entrevista, estar entusiasmada por ello. De transmitir sus pensamientos sobre la cultura y las artes y de dejarnos reflexiones para abrir más los oídos, para ver de una manera distinta el mundo. Así como su abuelo, la señora Mahler es una gran amante de la buena y la gran conversación. Así como su abuela y su madre, la señora Mahler tiene una energía que traspasa toda barrera —incluso la virtual— y que nos invita a escucharla, a aprender y a descubrir el mundo a través del arte y sus experiencias.

Pablo Macalupú-Cumpén: Los artistas tienen la habilidad de ver y entender la complejidad del ser humano y, tal vez, en cierto sentido, ver su futuro. Todo esto lo reflejan a través de sus obras. Creo que Gustav Mahler lo hizo de manera muy acertada. Pero ahora, en medio de la pandemia, en medio de la incertidumbre y de un impresionante y creciente fanatismo como el que hemos visto hace poco en los Estados Unidos, ¿qué lecciones podemos obtener de la música de Mahler? ¿Qué nos quiere decir Mahler a través de su música?
Marina Mahler: Mahler nos dice a través de su música lo mismo que siempre nos ha dicho. No olvidemos que murió antes de la Primera Guerra Mundial. Después llegó la Segunda y todas las cosas terribles con los Jemeres Rojos, lo que ocurrió en Kosovo y demás hechos.
Ahora vivimos en tiempos muy inciertos, abrumadores, turbulentos, pero Mahler nos dice lo mismo que ha dicho todo este tiempo y que sabemos: Ten coraje, sé tú mismo y actúa. Eso debería darte nuevas energías. Eso es lo que hace la música más bella y el arte más bello. El arte te da una fuerza, una energía para que puedas resistir. Y hay que resistir.
Están pasando muchas cosas en estos días, mucha gente no quiere mirarlo, no quieren aceptar lo que está sucediendo, pero estamos en tiempos realmente difíciles. Y estos tiempos convulsos deben ser combatidos. Y deben ser combatidos con belleza y energía, con claridad y con la visión de lo que hombres y mujeres pueden ser en el futuro.
Es necesario también pensar en el planeta, que lo estamos destruyendo. Nosotros mismos estamos empeorando las cosas y no es necesario. Tenemos que parar. Debemos parar ahora.
Pablo Macalupú-Cumpén: ¿Y en qué sentido la música puede ayudar a las personas?
Marina Mahler: Bueno, creo que la gente vive muy deprisa. Siempre suelen estar en la superficie. Van a trabajar y luego regresan a casa a descansar. Duermen, sueñan y comienzan de nuevo. No hay tiempo para profundizar más o para escuchar al yo más profundo. La música se puede escuchar no solo en la sala de conciertos. Por supuesto, la música en vivo es quizá la más hermosa. Pero la música puede llegar también mientras estás en un automóvil, mientras caminas, mientras lees una partitura. La música puede llegar a uno en lugares diferentes.
La música también llega de manera profunda a cada parte que una persona, tal vez, está empezando a conocer o que quizá ni sabía que ya había descubierto y que le otorga fuerza. La belleza tiene ese maravilloso poder. Puede revivir cosas que han estado durmiendo en uno mismo. Puede despertar el conocimiento con el que todos nacimos. Todo ese conocimiento que ha sido ignorado. Y así puedes convertirte en la mejor versión de ti mismo, gracias a la escucha, a la asimilación.
Luego empiezas a querer la música, a necesitarla y te acercas más y es algo que se hace muy a menudo compartiendo con otros. Ya sabes, si tocas un instrumento o vas con alguien a escuchar música. Compartir es lo que nosotros como seres humanos debemos hacer naturalmente.
Pablo Macalupú-Cumpén: La Mahler Foundation (Fundación Mahler) no solo difunde la música de Gustav Mahler, sino también apoya proyectos que involucra a gente joven, a otras artes e incluso al medioambiente. De hecho, Mahler era un amante de la naturaleza. ¿Podría detallarme más de la misión de la Mahler Foundation y del proyecto Song of the Earth (La canción de la Tierra)?
Marina Mahler: Sí, me encantaría hablarte de lo siguiente, porque significa mucho para mí y es la razón por la que creé la Mahler Foundation. Desde que murió mi madre todo el mundo me habla de Mahler, pero la cantidad de emoción que escucho y recibo es tan conmovedora e inspiradora que me hizo pensar, ¿qué puedo hacer con esto? No puedo simplemente estar como receptora. Debo tomarlo y, como una rueda, un espiral, enviarlo de vuelta y hacer que suba y se convierta en algo hermoso.
Mahler se consideraba a sí mismo como el cantante de la naturaleza. Si lo piensas, es maravilloso porque se sintió así antes de que comenzáramos con la destrucción del planeta, que es lo que hemos estado haciendo estos años. Ahora finalmente, estamos cosechando el triste fruto del descuido y la falta de respeto y desamor a la naturaleza. Pero tengo la sensación de que La canción de la Tierra, Das lied von der Erde, es una forma asombrosa de llegar a las personas de todo el mundo para transmitirles esa idea de que la tierra canta incluso sin nosotros.
Entonces, Mahler creó esta pieza musical maravillosa y no solo para interpretarla, sino para usarla como una especie de punto de partida para crear otras canciones de la Tierra, a través de cualquier medio: el cine, la música, el arte, la invención, la poesía, etcétera. Puede ser cualquier creación que las personas deseen. A nosotros nos gustaría que todas estén enlazadas. No tiene un tiempo de caducidad, es infinito. Estamos trabajando en contactar a mucha gente, ya tenemos a varias personas que trabajarán con nosotros.
Los niños también pueden hacerlo. Sería hermoso que puedan crear una canción, una expresión de danza o cualquier orquesta infantil. Estamos trabajando con algunos artistas maravillosos que son muy conocidos y que les gustaría hacer esto también.
Pablo Macalupú-Cumpén: ¿Y cuál sería su recomendación para que los gobiernos protejan y promuevan la música, las artes y la cultura?
Marina Mahler: Que Alimenten a las artes, que son el corazón, el núcleo de la sociedad y la cultura. Le diría a los gobiernos que lo sepan, que se den cuenta y actúen con consecuencia. Un ministro de cultura tiene que ser una persona realmente conocedora, que pueda sostener las artes, que pueda ayudar a desarrollarlas, que pueda encargar comisiones de todo tipo. Las artes deben ser sostenidas por los gobiernos de todo el mundo y hasta que se den cuenta de ello, las sociedades sufrirán. Porque las sociedades necesitan de las artes como un sustento real. Sin arte, ahogas a una sociedad.
Creo también que las empresas necesitan dar más, ya sabes, como se hizo en el Renacimiento. Personas privadas que entendieron que las artes eran importantes y, por lo tanto, había que aportar para que florezcan. Necesitamos un nuevo florecimiento, necesitamos una nueva edad de oro (de las artes). Creo que vamos a tenerla cuando todo esto se calme. Eso espero.

Memorias familiares
Pablo Macalupú-Cumpén: Sra. Mahler, ¿qué recuerdos tiene de su abuela Alma? ¿Cómo ella recordaba al maestro Mahler?
Marina Mahler: Yo era muy pequeña cuando la conocí. Tenía siete años y ella no me recordaba a Mahler. Además que yo no hablaba ni una palabra de alemán y ella casi no hablaba nunca en inglés y así se mantuvieron las cosas. Pero lo que recuerdo de ella fue su belleza. Los niños aman la belleza. Alma era muy luminosa, muy hermosa. Creo que eso irritó un poco a mi madre porque hubo una especie de batalla entre ellas, pero los niños no son conscientes de ciertas cosas y simplemente miran de frente, miran directamente al espíritu y las emociones.
Siempre pensé que ella era muy hermosa, me conmovía mucho. Hacia el final de su vida tenía todos esos rizos rubios que solía amontonar en su cabeza y también el lápiz labial, pero además tenía una piel hermosa y unos ojos muy vivaces. Siento por ella el hecho de que fue difamada por mucha gente, pero ya sabes, hay que recordar que Mahler la amaba con todo su corazón.
Pablo Macalupú-Cumpén: Hay una cita atribuida a su madre Anna Mahler que dice: “El valor del arte no está determinado por características superficiales, sino por la habilidad de alcanzar y tocar nuestros más profundos sentimientos”. En el caso de su madre, que fue una estupenda escultora, ¿cómo la música de Mahler influyó en su trabajo?
Marina Mahler: La música en conjunto influyó enormemente en su trabajo. Especialmente, Bach y Schubert pueden haber sido sus favoritos. Recuerdo cuando ella esculpía y yo crecí con esa imagen, era maravilloso ver todas esas piezas de piedra que estaban por todas partes y ella estaba muy cerca de la música de Schubert. Todos los días tocaba el piano y eso significaba mucho para ella. Pero también dijo de sí misma “soy muy superficial porque solo voy por lo externo”. Era la persona más profunda que puedas imaginar. Era una espartana y decía las cosas muy claramente. A veces de manera exagerada. Pero no tuvo una vida fácil; sin embargo, fue una vida hermosa que dejó hermosas obras a través de la escultura.

Escuchar a Mahler
Pablo Macalupú-Cumpén: Recuerdo que la primera obra de Mahler que escuché fue su Sexta Sinfonía, también fue la primera que vi en vivo. Para mí no es solo impresionante musicalmente hablando, sino también una obra que nos reta a reflexionar sobre la vida y el destino. ¿Cuál fue la primera obra que escuchó de su abuelo Gustav Mahler? ¿Cuál fue su primera impresión?
Marina Mahler: Es realmente gracioso, pero no lo recuerdo. Tal vez yo era demasiado pequeña en ese momento. La Sexta también ha sido mi favorita durante mucho tiempo porque es una obra de otro mundo. No veamos solo lo trágico, va más allá. Toca otros niveles espirituales y me lleva a otros lugares. Me encanta la Sexta y todo el poder que transmite. Es una obra muy poderosa.
Pablo Macalupú-Cumpén: ¿Y tiene alguna interpretación favorita?
Marina Mahler: No se me permite decir eso (risas). La tengo, por supuesto, pero nunca lo digo.
Pablo Macalupú-Cumpén: Además de los aspectos técnico-musicales, ¿hacia dónde debe mirar un músico o un director de orquesta para comprender la obra de Mahler?
Marina Mahler: Deben mirar en sí mismos. Además de la partitura, mirar en sí mismos. Ahí es donde encuentras a Mahler. Eso te permite crecer por dentro, puede transformarte. Klaus Tennstedt, que era un amigo muy cercano, me decía que Mahler había revolucionado y cambiado totalmente su vida desde el momento en que escuchó su Primera Sinfonía. Fue otra vida para él y eso le pasa a mucha gente, le pasa a los directores, a personas de todo el mundo, incluso políticos y artistas. Tōru Takemitsu me contó que Akira Kurosawa editaba cada una de sus películas escuchando a Mahler.
De manera que, Mahler nos permite llegar muy lejos, muy al interior de nosotros y es ahi donde la gente debe escucharlo y luego esperar a todo lo que despertará en su interior.
Pablo Macalupú-Cumpén: Y si alguien todavía no ha tenido la oportunidad de escuchar a Mahler, ¿por dónde puede empezar con su música?
Marina Mahler: Esa es una muy buena pregunta. (Pausa)
¡¿Por qué no ir directamente por lo grande?! Creo que la Segunda Sinfonía, ¿por qué no? ¡Vaya! ¿Por qué no? Deja que te impacte esa obra. Tal vez es lo primero que ocurrirá, que te impacte, que te golpee. Pero la gente muchas veces no siempre la elige. Eso sí, creo que también es muy importante la interpretación, cuándo lo escuchas, dónde lo escuchas, cómo estás. Pero creo que debes intentarlo. Es un gran shock. Debería ser un impacto grande. Y me encanta eso. Cuando voy a la sala de conciertos para esta obra me gusta sentarme muy cerca de los metales, con mi madre pasaba lo mismo. Es impresionante.
Pablo Macalupú-Cumpén: Totalmente
Marina Mahler: Sí, ¿cierto? Me gusta estar ahí. Quiero estar en el sonido, no quiero que sea algo suave, sino que me impacte. Así como lo hace el martillo en la Sexta.
Conoce más de la Mahler Foundation en su web https://mahlerfoundation.org
