Si bien la vida de Marina de Tavira cambió en 2019 luego de ser nominada al Oscar por la película Roma, ha seguido en ella el deseo de regresar a los escenarios, donde se siente verdaderamente feliz, y en casa.
Tras Blindness, proyecto para el que prestó su voz y que se estrenó durante la pandemia, la actriz regresa al escenario en Consentimiento,montaje bajo la dirección de Enrique Singer que actualmente se presenta en el Teatro Helénico y que ella coproduce como parte de Incidente Teatro. Esta casa productora ha sido también responsable de Traición, de Harold Pinter (2012); La mujer justa, de Hugo Urquijo (2015); La Anarquista, de David Mamet (2016) y El Río de Jez Butterworth (2018).
Aquí nuestro intercambio con Marina sobre su amor por los escenarios, las contradicciones del personaje que interpreta y el consentimiento como concepto cada vez más relevante, y siempre indispensable.
Volver al teatro
Marina empezó a hacer teatro en 1986, y aunque a lo largo de tres décadas de trayectoria ha participado en sin fin de proyectos de cine y televisión, sigue regresando a donde se siente más en casa: el teatro.
“El teatro para mí es algo irrenunciable, la forma en la que siempre me pensé actriz fue en el teatro, ahí encuentro algo que no encuentro en ningún otro medio: la relación viva entre las personas, ese momento único entre actriz, actores y espectadores donde realmente se completa la ficción; porque todo lo que hacemos está destinado a ser visto, escuchado y vivido por otros. En el teatro eso sucede en un momento vivo y eso no se le parece a nada, y también porque es uno de los lugares donde soy más feliz”, comparte.
La vida después de la nominación al Oscar
Tras las nominaciones de Marina y Yalitza Aparicio por Roma, sus vidas tuvieron un giro y una gran revuelta, aunque los cambios han empezado a asentarse.
“Ese momento de mi vida arrojó luz sobre un trabajo de muchos años, y eso fue una gran sorpresa y una gran alegría que me haya tocado vivir algo así. Efectivamente a raíz de eso han cambiado cosas, llegan más proyectos, ya no tienes que buscar tanto, pero también curiosamente ahora trabajo menos; algo en mí se asentó y ya no tengo ansiedad de ningún tipo de reconocimiento”, confiesa.
De hecho, el poder tomarse más pausas entre los proyectos con los que se involucra le ha permitido enfocarse en ella misma.
“Quiero disfrutar la vida, es un momento donde estoy disfrutando de cosas a las que antes no les había podido dedicar tiempo, y realmente el tiempo pasa volando, entonces realmente escojo pocas cosas y solo elijo aquellas donde encuentro lo que quiero decir y no tanto el reconocimiento o alcance mediático que vayan a tener”, enfatiza.
Un tema contemporáneo
La primera impresión que la actriz se llevó de Consentimiento sigue siendo la misma ahora después de haber empezado la temporada y ya habiéndola confrontado con el público.
“Es una obra compleja que no hace concesiones, que no está ahí para complacer ni para dar moralejas sino que simplemente plantea preguntas, que pone a unos personajes a jugar, a confrontarse con sus debilidades, contrastes, contradicciones, mentiras y que nos va a lanzar la pregunta sobre la capacidad que tiene la ley de llegar a ser justa y a dejarnos preguntas sobre el consentimiento, que a veces incomodan, para que nos llevemos esa conversación a la mesa y pensemos en el tema. Que sea una palabra que utilicemos cada vez más y más, y tratemos de irle entendiendo, porque si bien siempre ha sido importante, ahorita está sobre la mesa, es una palabra que las nuevas generaciones utilizan y que tenemos que seguir pensando desde distintos ángulos”, considera.
Un personaje con contradicciones
Los actores de esta obra están conscientes de que los personajes que interpretan no son necesariamente ‘buenos’, más bien seres humanos que cometen errores como sucede en la vida real.
“Cathy (su personaje) me parece atractiva porque no es unilateral, la obra no es un melodrama con buenos y malos, ella tiene sus propias contradicciones; es decir, quiere ser de una manera y es de otra, toma la bandera de la empatía pero también es capaz de hacerle daño a una de sus amigas más queridas por querer tomar venganza, ojo por ojo. Los seres humanos somos contradictorios y las personas nos lastimamos unas a otras; a veces sin querer, pero nos lastimamos por no pensar en nuestras acciones, y Cathy es así; me interesó darle vida por eso, porque no es un personaje blanco y negro, es complejo, y si bien no resulta todo el tiempo agradable, es interesante de interpretar”, explica.
El consentimiento como parte de la vida
Esta obra versa sobre el consentimiento desde diferentes perspectivas, una de ellas la que vive uno de los personajes: Gina, quien denuncia haber sido violada. Además la obra también plantea otro tema relevante: la violación conyugal.
“Ese tema es uno de los enigmas de la obra que la autora regresa al espectador, que lo apunta. Porque si se violan los acuerdos de pareja, el consentimiento se ve afectado y por supuesto entra el concepto legal de consentimiento. Estamos empezando a hablar de eso de una manera muchísimo más evidente, por ejemplo en España, con el caso de ‘la Manada’, de donde parte la obra de Jauría. Esta palabra es fundamental y las palabras nos ayudan a ser mejores. Qué bueno que sea parte de nuestro lenguaje común”, remarca.
Por Mariana Mijares, Fotos: Cortesía Helénico
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