Cuando ya no nos queden fuerzas, sintamos que la energía se nos escapa del cuerpo y pensemos que ya tenemos todo visto y hecho, solo querremos que el fin del mundo nos pille bailando.
Todos tenemos entre nuestros recuerdos más preciados alguna fiesta o reunión social que hemos vivido como un paraiso terrenal en el que nos hemos entregado a la absoluta banalidad y a la diversión de ser la versión más frívola y desmesurada de nosotros mismos.
Desde noches salvajes en Studio 54 hasta veladas de Hollywood repletas de celebridades y estrellas, la retrospectiva de este creador estadounidense, es una oda necesaria al escapismo y al arte del disfrute desenfrenado.
A través de una exposición en la Galerie Bene Taschen de Colonia, Fink hace un recorrido por los 65 años en los que ha desplegado un portentoso talento para capturas a personas celebrando la vida y los momentos de felicidad que regala.

“Nací en una familia comunista, una rareza en Estados Unidos, y tenía una orientación marxista muy interesante. Entonces, para mí, la idea detrás de fotografiar estas fabulosas fiestas no era formar parte de un conjunto elegante, sino poder analizar, ver, sentir cómo era estar dentro”.
Fink ha capturado en su lente innumerables fiestas a lo largo de las décadas, tanto como invitado como fotógrafo de la revista Vanity Fair. Su talento para la iluminación ingeniosa y el encuadre divertido o su capacidad para encapsular el espíritu de sus sujetos, le han hecho tener pretigio y reconocimiento mundial.
El interés de Fink por la gente se extiende a todo tipo de grupos sociales, desde la Generación Beat con la que se codeó cuando era joven en Nueva York hasta la comunidad del boxeo estadounidense; desde familias de clase trabajadora de Pensilvania hasta estrellas de Hollywood.
“Soy bueno para captar las señales, ya sea que esté hablando con camioneros o gente elegante”.


La habilidad para capturar la esencia y el lenguaje corporal de sus modelos espontáneos, se hace particularmente evidente en sus fotografías de fiestas, donde los invitados se acarician con apasionado abandono, Meryl Streep susurra al oído de Natalie Portman o los juerguistas de Studio 54 bailan salvajemente.
“[…] iba en coches y en aviones de primera clase a todas estas fiestas a través de Vanity Fair, allá por los 90, cuando el dinero fluía, y luego volvía a la vida en mi granja. Vivo en una antigua granja de 1750 con mi esposa, Martha Posner, justo en medio de la nada […] Dos tipos de experiencias muy diferentes”.
“Cuando estoy en fiestas, me gusta unirme a la fiesta. No soy un fotógrafo que se mantiene al margen de las cosas como hacen muchos, aquellos que se preocupan por la imagen, por ser geniales y analíticos. Fui dotado con el poder de ser intelectual o mentalmente analítico y físicamente involucrado al mismo tiempo”.
Larry Fink nos empuja a celebrar sin parar, a vivir la vida como una fiesta mientras la música siga sonando y las luces no se enciendan, y lo hace a través de un fantástico trabajo en blanco y negro que rezuma glamour, vida y color.






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